Por Juan Montes
Volver a Cool (2005) de Gwen Stefani es como volver a abrir un álbum de fotos: duele y reconforta al mismo tiempo. Hace veinte años, Sophie Muller dirigió algo más que un videoclip; creó un espejo de nuestras propias heridas y anhelos.
¿Cómo logró convertir cuatro minutos de música en una narrativa cinematográfica que mezcla amor perdido, nostalgia y sanación?
Hoy me encuentro con Sophie Muller para conmemorar algo más que un aniversario. Repasamos juntos las imágenes que aún resuenan como si el tiempo no hubiera pasado y se mantienen como el testimonio del genio de una directora que captura emociones universales.
“Fue un rodaje realmente mágico”, recuerda Muller.
Un hilo invisible que une pasado y presente
Cool es una historia contada en dos tiempos, alterna entre el pasado de un amor veraniego y un presente marcado por la melancolía. Gwen Stefani, interpreta a un personaje que recibe a su exnovio (Daniel González) y su nueva pareja (Erin Lokitz, esposa en la vida real de Tony Kanal, ex de Stefani) en la imponente Villa Erba, una opulenta mansión italiana neorrenacentista a orillas del Lago de Como.
El decorado no es solo un fondo, refleja la soledad y el encierro que rodean a la protagonista en el presente. “Estaba buscando algo que fuera imponente. Todas las paredes están pintadas a mano y es una casa increíble. (…) En mi mente estábamos en una película de Visconti. Y luego los flashbacks representaban una época un poco más inocente de otro tipo de cine italiano”, explica Muller, quien buscó crear una atmósfera totalmente atemporal inspirada en el cine elegante y cargado de tensión emocional de ese director italiano. Precisamente Villa Erba fue en la vida real el hogar de infancia de Luchino Visconti.

“Todo se veía genial y tenía un ambiente fabulosamente soleado, cálido, romántico y nostálgico, sin que pareciera forzado. Además, eran locaciones hermosas”, recuerda Muller sobre el rodaje en los alrededores del Lago de Como y cómo detalles como el vino servido al equipo técnico durante el almuerzo del rodaje añadió un toque de encanto.
El video es reconocido por el uso de match cuts para conectar ambas líneas temporales: una mirada que lleva a un beso o un gesto que evoca un recuerdo. Esta técnica audiovisual refuerza un sentimiento presente en la letra de la canción: “We have changed but we’re still the same” [Hemos cambiado pero seguimos siendo los mismos]. Al respecto Muller comenta: “Cuando ella se topa con él en la pileta y cuando se reencuentran, la sensación es la misma. Ella tiene el mismo sentimiento y yo uso los match cuts para lograr transmitir que algunas cosas no cambian y, con suerte, su expresión corporal dejó ver ese sentimiento.”

El principal desafío fue establecer visualmente cómo se representaba el pasado y el presente manteniendo el tono atemporal. Gwen Stefani tomó la decisión de interpretar ella misma tanto a la versión adulta —rubia a lo Marilyn Monroe—, como a su versión joven, una mujer de pelo castaño con un vestido rojo de lunares polka. “Recuerdo que entré en pánico y dije… ‘Dios, ¿cómo vas a lograr eso?’”, admite Muller porque no quería que pareciera que se estaba disfrazando para verse más joven, y afirma: “Se trata de una buena actuación y una buena peluca”.
Los flashbacks se filmaron en 16 mm, un formato que da a las imágenes ese aspecto granulado y cálido donde los recuerdos de Stefani parecen sacados de un álbum de fotos. En contraste, las escenas del presente se filmaron en 35 mm, donde todo se ve más nítido, crudo e incómodo, donde no hay nostalgia que suavice lo que la protagonista vive. La fotografía, al estilo clásico de Hollywood, utiliza iluminación frontal y de fondo que resalta al personaje y enfatiza la tridimensionalidad de sus emociones. La dirección de fotografía estuvo a cargo de Steve Chivers.
Puedo decirte que el primer día fue genial, pero el día siguiente fue un trabajo mucho más arduo. De verdad, fue un trabajo muy, muy duro y nos atrasamos terriblemente. No creímos que podríamos terminarlo porque la iluminación estaba tan cuidada.
— Sophie Muller
La herida de un amor perdido
Cool retrata el amor como un conjunto de emociones complejas y contradicciones. Gwen Stefani, su ex y la nueva pareja forman un triángulo donde las miradas y los gestos hablan por sí solas. Él, un ideal casi platónico, irradia calma y honestidad, mientras que Stefani es más vulnerable, atrapada en su propia tormenta interna. La narrativa se enriquece con detalles inspirados en la vida real y la génesis actual de la canción: la relación de Stefani y Tony Kanal, bajista de No Doubt.
“Aproveché mucho mi conocimiento de Gwen. Le pedía que me contara historias sobre su relación. Y le hacía contarme historias de su obsesión por él cuando estaban juntos”, dice Muller. Un momento clave en el video, recuerda, es cuando ella busca tocar su mano y es ignorada: “Lo que sucede es que ella era más demostrativa físicamente con él de lo que él era con ella. No es que su relación estuviera llena de conflictos o discusiones ni nada por el estilo. Era solo este ligero desequilibrio de emociones.”

Y si bien la letra es el gran disparador de esta historia, la ficción muestra un contexto totalmente distinto a un coming of age californiano. Una adaptación con matices aún más complejos que lleva a diversas interpretaciones: son personajes que tienen un origen más humilde y tradicional aunque en el presente visten de lujo. Y concretamente, ¿por qué este amor de verano no tuvo un buen desenlace?
La idea de la historia es que él trabaja en un garaje, así que ella viene a encontrarse con él para almorzar. Y él le dice, ‘Oh, estoy trabajando. No me vengas a ver ahora. No podemos estar juntos cuando estoy trabajando’. Creo que ella probablemente era más intensa.
— Sophie Muller
Un videoclip tan cuidado como Cool sumerge al espectador en una búsqueda interna por comprender la angustia de la protagonista y entender qué la llevó a la soledad en su mansión.
La llegada del ex funciona como un catalizador: pone en tensión su aparente estabilidad y reabre una herida. El videoclip entra directamente en el pathos: no hay prólogos, sino una sensación de incomodidad emocional que se instala desde la primera imagen. Muller trabaja con movimientos de cámara, entre rápidos y lentos, que quiebran cualquier sensación de equilibrio y crean un efecto nauseabundo que traduce el nerviosismo del personaje.
Una lectura del videoclip sugiere que cuando Stefani canta “We used to think it was impossible” [solíamos pensar que era imposible] y la cámara muestra a la pareja mirando una mansión, la protagonista fantasea con un futuro de lujos que no coincide con las prioridades de él, un personaje con los pies sobre la tierra. Muller, sin embargo, aclara que no fue intencional: “Esa toma en particular es porque tanto Gwen como yo realmente amamos La novicia rebelde y era un guiño a la película cuando están fuera de las puertas. Pero nadie sabría eso.” Un guiño a la película que Gwen y Muller retomarán al máximo en Wind It Up un año después.

En el trasfondo, el vídeo respira glamour de Hollywood clásico y ecos del melodrama italiano de Visconti, pero es la impronta shakespeariana la que articula su verdadera identidad. La idea del ‘destino’ como concepto que precede a los amantes —tan propia de los star-crossed lovers— que condena al personaje de Stefani a una soledad autoimpuesta. Así, Cool y la obra de Romeo y Julieta comparten las mismas dualidades y obsesiones: amor y fatalidad, luz y sombra, juventud y vejez; todo bajo la ineludible figura del tiempo. El calor de un verano italiano, como en la Verona de Shakespeare, envuelve a los personajes en una ilusión efímera donde el deseo y el destino parecen avanzar juntos hasta que algo se rompe y llegamos a un presente más frío y entre sombras.
Un personaje empoderado pero enclaustrado
El personaje de Gwen Stefani es una figura de contrastes desde el primer momento: empoderada, fashionista, rodeada de lujos, pero a la vez solitaria y atrapada en su propia ambición, como una Rapunzel moderna en una torre de oro que, aunque poderosa, no deja de estar aislada. “En el video, originalmente íbamos a mostrarla con un esposo. De hecho, ella tiene un gran anillo”, Muller señala, explicando que finalmente descartó ese personaje porque no aportaba a la historia.

El relato se construye en primera persona; Gwen es la narradora tanto en la letra como en las imágenes. Pero cuando canta sola en su habitación, no se dirige al espectador, sino que parece cantar frente a un espejo. La cámara acentúa su aislamiento con travellings que giran a su alrededor en un espacio apagado. Ella yace sobre la cama, rodeada de una decoración clásica donde el exceso de dorado funciona como metáfora de la vanidad.
El videoclip muestra una constante en la vida de la protagonista: la sensación de encierro. De joven, la vemos esperando tras las paredes de su habitación, soñando con que esa persona la saque de su rutina. Aún en el presente, rodeada de lujos en una mansión imponente, sigue confinada como si el éxito no alcanzara para liberarla de su soledad.
El primer cruce entre ella y su ex —cuando apenas se rozan al pasar— abre un simbólico portal espacio-temporal, salido de la memoria de los personajes. “Estoy muy orgullosa del hecho de que la primera parte, donde él entra y luego se cruzan, dice mucho en pocos segundos. Se obtiene mucha información”, menciona Muller.

Pero son las miradas furtivas entre Gwen y su ex las que más duelen, como si compartieran un secreto que la nueva pareja jamás entenderá. Sophie Muller usa con maestría la luz y las sombras para contar esta historia. Los zooms y la cámara lenta amplifican su angustia, como si cada movimiento fuera un esfuerzo por no derrumbarse. Y luego están las miradas que se convierten en ejes visuales que terminan de construir la narrativa: los ojos despiertan recuerdos y abren la puerta a aquellos congelados en el tiempo.
Con los videoclips, lo que a veces puede ser difícil es que no sabés si podrás narrar la historia porque no hay diálogos. Así que tenés que depender del poder de la edición, que yuxtapone una imagen con otra para crear un tercer elemento, que es la combinación de imágenes contiguas. Y este fue un video perfecto para eso porque todo trata sobre la memoria.
— Sophie Muller
Este videoclip no solo narra una historia, sino que despliega un ejercicio de memoria fragmentada, a través de un montaje que crea nuevos significados y emociones.
Un final que libera
El clímax llega con un match cut preciso: una taza de té en el presente se funde con un beso del pasado, un gesto de montaje que actúa como puente y sugiere una herida que está por cerrarse. “La escena donde están tomando el té llevó una eternidad. Estaba tan bien iluminada. Fue como una película”, recuerda Muller. “Probablemente le di más importancia porque se nos había acabado el tiempo para hacer otras filmaciones. No soy muy organizada, pero aún así cobra sentido.”

El espectador conecta porque la situación es universal y Cool captura con delicadeza ese momento: un amor importante que quedó atrás, pero que sigue latiendo de distinta manera en el presente. Que el pasado ya no duela se convierte en un símbolo de madurez emocional y de la capacidad de poder seguir adelante.
Al final del video, la protagonista rompe con ese pasado que la retenía y encuentra una liberación. Cuando Gwen sale descalza al jardín junto a la nueva pareja, revela los rasgos de su verdadero yo: una mujer con muchos sentimientos, genuina y amorosa; como en los recuerdos del pasado. Es un gesto simple, pero importante: después de estar encerrada en su torre de oro, finalmente vuelve a pisar tierra; como dice en la canción, “Time always kills the pain” [el tiempo siempre mata el dolor].
El legado de Sophie Muller en Cool
Cool es una pieza clave en la filmografía de Sophie Muller, quien la considera el “mejor video” que hizo para la cantante en su carrera como solista. “Todos estaban en su mejor nivel cuando estaban haciendo el video. El director de fotografía es increíble, la dirección de arte increíble, los vestuarios increíbles. Nos propusimos hacer una cosa y creo que lo logramos, y eso es bastante inusual”, afirma. La confianza entre Muller y Stefani permitió construir una narrativa auténtica, basada en emociones reales y detalles personales.

Reconocida por trabajos icónicos como Don’t Speak o Simple Kind of Life de No Doubt, Muller tiene una habilidad única para transformar canciones en relatos visuales. En Cool, su uso de la luz, los match cuts y los movimientos de cámara construye una experiencia que perdura en el tiempo. “No recibió mucha atención cuando se lanzó por primera vez. Se ha ido construyendo ese impacto. Creo que a la gente le gusta más ahora que cuando salió”, aclara Muller quien además rompió el ritmo típico del videoclip a través de la edición para priorizar la narrativa y evocar recuerdos; por ejemplo, señala que en la secuencia del minuto 3:19 el montaje está “desfasado”.
Sophie Muller también lamenta que la calidad actual del video en plataformas como YouTube no haga justicia a su visión original: “Realmente me molesta lo mala que es la calidad. Se veía tan hermoso.” Esta observación refuerza la importancia de preservar la integridad de obras como Cool, cuyo lenguaje audiovisual requiere una visualización cuidada para ser comprendida en su totalidad.
Dirigí bastantes videos narrativos, pero no creo que ese tipo de videoclip se pueda hacer ahora. La gente tiene que mandar a aprobar más cosas hoy en día. Estábamos más relajados entonces. Era más como si fuera solo un video. No había miedo y todos apoyaban eso.
— Sophie Muller
Hoy, muchas producciones usan referencias visuales muy claras, casi como una moda, pero Cool no funciona así. Sophie Muller no partió de películas o imágenes específicas, ni pensó en algoritmos (no existían), sino que buscó crear una atmósfera propia, inspirada en el glamour del Hollywood de los años 50 y en la locación donde filmaron. Eso le permitió hacer un videoclip original que conecta con las emociones del público sin necesitar que reconozcan referencias. La fuerza del video está en lo que transmite, no en lo que cita; y esto ha servido de inspiración para diversas obras posteriores.

El legado audiovisual de Cool no solo impacta en diversos trabajos de artistas como Adele, Lana del Rey, Katy Perry o Rihanna, sino que incluso dialoga con el cine contemporáneo. Su estética y sensibilidad visual inspiraron definitivamente obras como Call Me By Your Name (2017) de Luca Guadagnino: La ambientación en el Lago de Como, el romance de verano y los protagonistas inmersos en un amor efímero pero devastador crean paralelismos innegables, como si el paisaje onírico y la estética del video fueran un precedente visual y narrativo para la historia de Elio y Oliver. En este sentido, el videoclip funciona como antecedente pop de una sensibilidad narrativa que luego encontraría ecos en el cine.
Sophie Muller ha sido una colaboradora constante y clave en la carrera solista de Gwen Stefani, habiendo dirigido hasta la fecha catorce videoclips para la artista. Durante la era de Love.Angel.Music.Baby (2004), realizaron varios videos, incluyendo Luxurious y también dirigió Serious y Danger Zone, dos videoclips que nunca vieron la luz y según la directora no sabe donde se encuentran.
En un mundo que corre demasiado rápido, Cool recuerda el poder de las imágenes que acompañan la música, esas que expanden el universo visual de una canción que ya tenía su propia narrativa. Porque, al final, todos hemos sido ese personaje: atrapados en un recuerdo, buscando la forma de decir que, a pesar de todo lo sucedido, todo está “cool”.